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Los 150 millones perdidos por el arancel a la aceituna deben compensarse. José Ignacio Montaño Díaz, presidente de la Asociación Española de Exportadores e Industriales de (Asemesa).
Natural de Gilena (Sevilla) y procedente de una familia de agricultores con olivares, no es de extrañar que se entregara hace casi 30 años a la aceituna. Por ello recomienda, “ya sea verde, negra, morada, con hueso o rellena”, en tapa o como ingrediente, pero “que sea española”.
Natural de Gilena (Sevilla) y procedente de una familia de agricultores con olivares, no es de extrañar que se entregara hace casi 30 años a la aceituna. Por ello recomienda, “ya sea verde, negra, morada, con hueso o rellena”, en tapa o como ingrediente, pero “que sea española”.
Es una de las reinas de nuestro popular tapeo, pero las industrias y exportadoras de aceituna de mesa creen que “se banaliza” este producto tan nuestro y que hay que conseguir “que el consumidor lo valore más”. Lo dice José Ignacio Montaño (1965), quien desde 2019 está al frente de una de las asociaciones empresariales más antiguas de nuestro país, Asemesa, y acaba de ser reelegido. Precisamente, que “sea mucho más apreciada”, apostando por mejor “calidad y presentación”, es uno de los objetivos por los que él arrima el hombro en la interprofesional Interaceituna; y es que, subraya, cabe no olvidar que la aceituna es “la fábrica natural del aceite de oliva” y esencia de la dieta mediterránea gracias a sus “aspectos saludables y nutritivos”.
Unas 500.000 toneladas de aceituna de aderezo se elaboraron y comercializaron la pasada campaña. Según cuenta Montaño, en nuestro país, donde Andalucía y Extremadura copan la producción -con el 80% y el 13%, respectivamente-, y donde el sector suma 8.000 empleos directos, nos comemos 150.000 toneladas, mientras que el resto cruzan las fronteras. Tanto en la producción como en la industria, se trata de una actividad “atomizada” -cuestión que complica sus posibilidades de “innovar y competir”-, pero más allá de este problema y de los que comparte con la agroalimentación general, es ahí, en el mercado exterior, donde se ha topado con su gran azote: desde 2018, la aceituna negra española debe saltar una barrera arancelaria en EEUU del 35% -el 20% antidumping y el 15%, compensatorio de unas subvenciones PAC que, defiende Montaño, “son legales, como ha establecido la OCM”-. Esos gravámenes han hecho perder a nuestros exportadores la posición hegemónica “ganada tras muchos años de esfuerzo en el mercado norteamericano”, pero Asemesa insistirá en varias líneas abiertas para atajar esta “muy injusta” situación; por lo pronto, esperan buenas noticias de la justicia ordinaria norteamericana ante la que recurrieron -el fallo se prevé para junio-, y no cejarán en el empeño de presionar políticamente, con Gobierno y UE, para que EEUU cumpla el panel de la OCM, como tampoco de reclamar “compensaciones por los 150 millones” evaporados “por pérdida de mercado”.
Mientras empiezan a florecer los olivares y a formarse ya las aceitunas que se recogerán a partir de la primera quincena de septiembre, el colectivo confía en superar ese traspiés y continuar con su excelente trayectoria en un sector en el que España es líder mundial y que supone una facturación de 1.300 millones de euros. Y para seguir avanzando por esa senda de éxito, en la hoja de ruta de Montaño Díaz, otro objetivo importante: superar discrepancias con las otras ramas del olivar de mesa porque, dice, “vamos todos en el mismo barco”.
Es una de las reinas de nuestro popular tapeo, pero las industrias y exportadoras de aceituna de mesa creen que “se banaliza” este producto tan nuestro y que hay que conseguir “que el consumidor lo valore más”. Lo dice José Ignacio Montaño (1965), quien desde 2019 está al frente de una de las asociaciones empresariales más antiguas de nuestro país, Asemesa, y acaba de ser reelegido. Precisamente, que “sea mucho más apreciada”, apostando por mejor “calidad y presentación”, es uno de los objetivos por los que él arrima el hombro en la interprofesional Interaceituna; y es que, subraya, cabe no olvidar que la aceituna es “la fábrica natural del aceite de oliva” y esencia de la dieta mediterránea gracias a sus “aspectos saludables y nutritivos”.
Unas 500.000 toneladas de aceituna de aderezo se elaboraron y comercializaron la pasada campaña. Según cuenta Montaño, en nuestro país, donde Andalucía y Extremadura copan la producción -con el 80% y el 13%, respectivamente-, y donde el sector suma 8.000 empleos directos, nos comemos 150.000 toneladas, mientras que el resto cruzan las fronteras. Tanto en la producción como en la industria, se trata de una actividad “atomizada” -cuestión que complica sus posibilidades de “innovar y competir”-, pero más allá de este problema y de los que comparte con la agroalimentación general, es ahí, en el mercado exterior, donde se ha topado con su gran azote: desde 2018, la aceituna negra española debe saltar una barrera arancelaria en EEUU del 35% -el 20% antidumping y el 15%, compensatorio de unas subvenciones PAC que, defiende Montaño, “son legales, como ha establecido la OCM”-. Esos gravámenes han hecho perder a nuestros exportadores la posición hegemónica “ganada tras muchos años de esfuerzo en el mercado norteamericano”, pero Asemesa insistirá en varias líneas abiertas para atajar esta “muy injusta” situación; por lo pronto, esperan buenas noticias de la justicia ordinaria norteamericana ante la que recurrieron -el fallo se prevé para junio-, y no cejarán en el empeño de presionar políticamente, con Gobierno y UE, para que EEUU cumpla el panel de la OCM, como tampoco de reclamar “compensaciones por los 150 millones” evaporados “por pérdida de mercado”.
Mientras empiezan a florecer los olivares y a formarse ya las aceitunas que se recogerán a partir de la primera quincena de septiembre, el colectivo confía en superar ese traspiés y continuar con su excelente trayectoria en un sector en el que España es líder mundial y que supone una facturación de 1.300 millones de euros. Y para seguir avanzando por esa senda de éxito, en la hoja de ruta de Montaño Díaz, otro objetivo importante: superar discrepancias con las otras ramas del olivar de mesa porque, dice, “vamos todos en el mismo barco”.
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